La mentira (y gravedad) de acusar a Israel de ser un estado Apartheid
No, Israel no es un estado apartheid.
La
única democracia de Oriente Medio ha transitado su jornada electoral en la que
participaron todos los israelíes habilitados para votar. Tras una nueva
elección, queda, otra vez, sepultada la infame acusación de que Israel es un
Estado que promueve el apartheid.
Desde
organizaciones internacionales, medios de comunicación y redes sociales se suele
repetir que Israel promueve el apartheid y la segregación con los árabes, una
acusación no solo infundada, sino que muy fácilmente refutable con investigar y
educarse un poco.
La
banalización del verdadero apartheid
Primero,
vamos a ver qué es un apartheid para que todos conozcan el calibre de la
acusación a la que someten a un Estado democrático. El apartheid fue un sistema
de segregación racial que imperó en Sudáfrica y Namibia hasta finalizado el
siglo XX. En este sistema de segregación, los segregados tenían lugares
exclusivos para circular, horarios exclusivos para sus tareas diarias y
quedaban subordinados a las órdenes de los segregadores. Era un sistema muy
cruel que llevó a la desaparición física y espiritual de un pueblo.
Como
ocurre hoy con las mujeres en algunos países musulmanes, como en la República
Islámica de Irán, distintos grupos denominados “inferiores” eran segregados en
Sudáfrica: desde prohibirles el derecho al voto hasta impedir que compartieran
matrimonios.
Ante
lo que ya debería empezar a sonar evidente, pero que va a ser necesario
remarcar: ¿esto es lo que pasa en Israel? Y la respuesta es que no. Vamos con
un dato muy simple: en el país hay más de 9 millones de habitantes de
orígenes muy diversos.
En
el país hay, aproximadamente, más de 2 millones de ciudadanos árabes que
practican el Islam; una situación completamente opuesta a lo que pasó con los
judíos en los países árabes que sí fueron sometidos a una expulsión: antes de
1948, se estima en 800.000 y el millón de judíos que en éxodo tuvieron que
abandonar los países árabes de África y de Oriente Medio.
Uno
de los pogromos más tristemente famosos en la historia fue el de Libia cuando
en 1945 fueron asesinados 130 judíos, entre ellos 36 niños, sin contar los heridos.
Situaciones muy parecidas se dieron en Marruecos e Irak. A partir de 1948 la
persecución aumentó.
En
respuesta a la legítima creación del Estado de Israel, miles de judíos
fueron desplazados y expulsados de los países árabes cuyos gobiernos y reinantes
encabezaban las conocidas guerras árabes-israelíes que fueron ganadas siempre
por Israel. Estas persecuciones
significaron el desplazamiento de alrededor de unos 200.000 judíos que debieron
partir hacia Europa y cerca de 900.000 o 1 millón que pasaron a formar parte
del reciente creado Estado. Ningún país árabe ha compensado, hasta el momento,
esta situación.
Para
que se comprenda algo más de la dimensión antisemita de los países árabes antes
y después de 1948: existió un líder palestino, el Mufti Amin Al-Husayni, que no
solo interpretaba las leyes islámicas, sino que potenciaba y lideraba un fuerte
antisemitismo. A pesar de su vinculación con los jerarcas nazis y de haber sido
uno de los promotores del holocausto, logró escapar cuando fue capturado y fue
refugiado en Egipto bajo el asilo político. Finalmente murió en Beirut, en
1974, escapando de la justicia.
Israel
volvió a tener elecciones por quinta vez en menos de cuatro años con más de
12.000 colegios electorales abiertos en todo el país que van a recibir a los
más de 6,8 millones de electorales que podrán expresar el sentido de su voto
conforme el estado de derecho. Expresado por su presidente, Isaac Herzog, en el
país se desarrollan elecciones libres, igualitarias y justas, algo que no
ocurre en ningún otro país de la región.
Los
cargos vitalicios en los territorios palestinos
Los
palestinos no pueden elegir y las autoridades se matan, literalmente, entre
ellos. Desde el 2006 es la agrupación
terrorista Hamas quien gobierna con puño de hierro la Franja de Gaza, tras
ejecutar a supuestos colaboradores con Israel e impedir las elecciones de forma
regular.
Entre
la puja y la violencia por las distintas facciones, Hamas, como en menor medida
la Yihad Islámica Palestina, critican y sabotean cualquier tipo de
colaboración que muy remotamente la Autoridad Nacional Palestina pueda coordinar
con Israel.
En
Gaza, el sistema político (extremadamente precario) se rige más por la carta
fundacional de Hamas, en donde habla de la eliminación del pueblo judío, más
que por una constitución. Esto explica muchas de las reacciones violentas que
allí imperan.
La
integración en Israel
Para
rebatir el tema del apartheid vamos con otro dato de fácil corroboración: el
Tribunal Supremo (Bagatz) está también compuesto con jueces árabes cristianos y
musulmanes. El último nombramiento fue el de Khaled Kabub en el propio Tribunal
Supremo. El Tribunal es quien dictamina, entre otras cosas, en temas
relativos al conflicto árabe-israelí. En ese caso, una extraña forma de
apartheid para un estado que nombra a jueces que también son parte del
conflicto.
La
Knesset también está compuesta por miembros árabes musulmanes. Por lo tanto,
existen partidos políticos dentro del parlamento que permiten la expresión de
su población. Partidos como Ra’am, la Lista Árabe Unida, presente desde las
elecciones de 1996, años después de la firma de los Acuerdos de Oslo. Esto
muestra, otra vez, que la acusación del apartheid es ridícula desde el momento
en que hace 26 AÑOS que existen partidos políticos árabes.
Representantes
del parlamento como Basel Ghattas, diputado árabe-israelí, en 2014 habló ante
el parlamento portando una Keifa, el símbolo propio de los palestinos. ¿Qué
ocurriría si un judío hablara sobre el sionismo en una calle de la Franja de
Gaza o de Nablus? ¿Qué pasaría una persona con kipá ingresara a una
administración de los territorios palestinos?
Otra
institución de vital, pero de real vital, importancia para Israel es su Fuerza
de Seguridad en sus FDI, las cuales también están integradas por
árabes-israelíes que se alistan voluntariamente, algo que mucha gente fuera de
Israel ignora o esconde. Estas inscripciones voluntarias son sumamente
rechazadas y catalogadas por los líderes palestinos dentro de sus territorios,
pero también fuera: uno de los jefes del partido Ta’al y ex miembro del
parlamento israelí, Ahmad Tibi, se pronunció públicamente en contra y afirmó que
no se entendía qué se le pasaba por la cabeza a la gente que se alistaban en
las filas del FDI de forma voluntaria. Es más, muchos de ellos son árabes de
origen que se quedaron en Israel después de 1948 y de a poco se han ido
integrando.
La
milonga del muro
Para
finalizar, vamos a derribar el famoso mito del “muro de segregación racial” ese
muro que Israel levantó y que es el ícono de los que acusan de apartheid. Primero,
no es un muro sino una valla de seguridad que en casi su totalidad
(exactamente el 90%) no llega a cubrir los 8 metros de altura. Para tomar
dimensión: la valla de Melilla mide 6 metros y el muro de la frontera
EEUU-México también 6 con pedido de ampliación a 9 metros.
Por
ser una valla de defensa, cabe mencionar el porque de su construcción y esto se
remonta a la II Intifada cuando en tan solo cinco años habían muerto más de
1000 israelíes, casi todos civiles. Apelando al derecho al defensa estipulado
en el artículo 51º de la Carta de las Naciones Unidas, Israel comenzó la
construcción de la valla de seguridad que permitió reducir considerablemente
los atentados suicidas palestinos que eran responsables de las muertes
israelíes.
Este
derecho a la defensa, que es usado por todos los países del mundo, permitió la
construcción de una valla que no es permanente y que por supuesto que no es una
frontera. Es tan simple de entender como cualquier otra valla de seguridad que,
incluso, los árabes y persas han levantado en Irán, Kuwait, Turquía o Egipto.
¿Por
qué se expande tan rápido una acusación tan cruel e infundada? Por la misma
razón que tiene sostener el reclamo de Palestina cuando no es más que un
espectáculo grotesco donde la maldad y la ignorancia se retroalimentan muy
fuerte dando paso al antisemitismo.
Son
mentiras del mismo calibre que la propia carta fundacional de la OLP, creada en
los años sesenta, que no solo no mencionaba ningún territorio palestino, sino
que se refería a ellos como territorios soberanos de Jordania (Cisjordania) y
Egipto (Franja de Gaza) bajo ocupación árabe, fueron rebautizados en 1967 como
“Palestina” dando lugar a su causa.
¿Qué
objetivo pueden tener esos personajes que acusan a Israel de apartheid? Muchos,
pero todos confluyen en lo mismo: empezar cuestionando la legitimidad de un
Estado, su derecho a la existencia y de ahí dar un paso a plantear abiertamente
su eliminación como pide Irán.
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