La guerra perpetua del terrorismo árabe-palestino
Cómo operan las fuerzas palestinas para eternizar un conflicto de más de 70 años
Desde 1948, la hostilidad entre los
países árabes que se negaron a una convivencia pacífica con el reciente creado
Estado Judío, dio origen a uno de los conflictos con mayor amplificación mediática,
pero con la paradoja de no equiparar, ni por cerca, a las guerras hacia adentro
del mundo islámico que arrojaron mayores cantidades de víctimas fatales. Si
buscáramos constatar incluso en las fuentes palestinas, su guerra con Israel
habría arrojado entre 50.000 y 52.000 víctimas fatales que ocupan una porción
menor a las entre 400.000 y 500.000 masacres en Siria perpetradas por el
presidente Bashar Al Assad y sus socios en Teherán y Moscú a partir de 2012.
Las muertes no son relativas como
tampoco lo es la historia ni lo son los hechos. La guerra de Palestina con
Israel es, hasta el momento, uno de los conflictos que menos muertos ha causado
y que mayores avances en materia diplomática ha generado. El movimiento
sionista aceptó la partición de la ONU aun sabiendo que no había ni hay
argumentos que constaten la pertenencia de los palestinos al territorio; se
retiró unilateralmente de la península del Sinaí; firmó acuerdos de paz con
Egipto luego de años bélicos; firmó acuerdos de paz con la OLP aunque la carta
fundacional de esa organización no reclamara interés en esa aparente mítica
Palestina; se retiró del sur del Líbano aún a sabiendas de que los misiles de
Hezbollah, financiados por Irán, apuntan a su país; le ha ofrecido a las
autoridades palestinas casi la totalidad de Judea y Samaria y Gaza, propuesta
finalmente rechazada por ellos; en 2006 completó la retirada unilateral de la
Franja de Gaza; ofreció acuerdos de dos estados; invitó a discutir la paz y
avanzó considerablemente en acuerdos como los de Abraham.
Estos
avances diplomáticos, en forma de acercamientos políticos, económicos o estratégicos,
le han valido a Israel un enorme esfuerzo que muchas veces fue menospreciado o
poco entendido por una comunidad internacional que, aun con la evidencia
mediante, no logra condenar enérgicamente los ataques de Hamas a civiles
israelíes.
Sin embargo, ¿por qué después de
siete décadas de conflicto y un sinfín de mejoras en las relaciones entre
Israel y los estados árabes, no hay una solución definitiva a la mediáticamente
llamada cuestión palestina? Porque los obstáculos impuestos por los propios
palestinos condicionan cualquier tipo de acuerdo.
A
diferencia de Israel, para las autoridades palestinas la guerra no sienta tan
mal si puedes ser objeto de enormes cuantías de dinero en concepto de ayuda
humanitaria que terminarán financiando el contenido antisemita de los
territorios de Judea y Samaria bajo control palestino o los propios misiles de
Hamas en Gaza.
El primer obstáculo es que los
territorios bajo administración palestina son hoy un semillero donde se profesa
el antisemitismo y donde se los prepara, física y mentalmente, a los más jóvenes
para nunca renunciar a la guerra.
El
concepto de mártir no puede ser observado bajo la mirada del relativismo
cultural que garantiza la impunidad a ciertos sectores bajo un falso esquema de
opresores y oprimidos; no puede ser tampoco entendido como una parte de la fe
islámica que hoy se encuentra usurpada por los extremistas y el islamismo
político, dado que una enorme mayoría de los más de 1.500 millones de
musulmanes alrededor del mundo quieren la paz. El concepto de mártir en los
territorios bajo control palestino es, concretamente, una reivindicación a la
muerte que debiera ser intolerable en el siglo XX.
Como sucede ante cada atentado
perpetrado en Israel, la algarabía llega a las calles palestinas en forma de
dulces y bocinazos que alienta a la población, incluida los más jóvenes, a
vitorear la sangre israelí derramada. De repente, cualquier desentendido del
tema podría enterarse de esto y preguntarse: ¿pero por qué esto no lo escuché
nunca? Simplemente porque las muertes son relativizadas. El silencio, infundado
por el temor, de los occidentales hacia las atrocidades del terrorismo árabe
palestino se está pagando con los atentados por goteo en las calles de Israel y
cometidos, también, por ciudadanos palestinos que pueden ingresar al Estado
Judío a trabajar.
Tanto en la Franja de Gaza, el
territorio bajo el puño de hierro de la agrupación terrorista Hamas, como en
Judea y Samaria, en aquellos territorios administrados por la Autoridad
Nacional Palestina, son los propios funcionarios del gobierno palestino los que
enaltecen la figura de los terroristas abatidos visitando sus campañas fúnebres
o apoyando económicamente a las familiares o a los que puedan haber caído
presos en las prisiones israelíes. Es una forma muy metafórica de reconocer,
bajo la fachada de la resistencia, que los líderes palestinos entregan
cuantiosos premios a cada terrorista que cometa ataques contra los israelíes.
¿Hasta cuánto Occidente podrá seguir
siendo imparcial al terrorismo árabe-palestino? Las más de siete décadas de una
guerra absolutamente infructuosa para los árabes, que siempre fueron derrotados
por Israel, arrojaron a los gobiernos occidentales hacia una posición de
servidumbre voluntaria a las propias autoridades palestinas que perpetúan el
conflicto.
Los
países occidentales, con crecientes focos de antisemitismo camuflado en la
falsa bandera del anti sionismo, se han vuelto incapaces de reconocer el
derecho a la defensa de Israel y de comprender, aunque sea de forma general, el
verdadero riesgo que correría la humanidad entera si finalmente el Estado Judío
sucumbe al terrorismo árabe-palestino.
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