Es mentira que Israel le corta el agua a los palestinos



Vamos a desmitificar una de las campañas de desinformación promovidas en el conflicto árabe israelí: el agua como punta de lanza política buscando acaparar a los desprevenidos. Hilo altamente irritable para los antisemitas de teclado. Este reclamo, tal como se sabe, es promovido por ONG palestinas como Al Haq o el Centro Palestino para los Derechos Humanos, pero amplificada también por organizaciones internacionales como Human Rights Watch o Amnistía. Sin embargo, la realidad es muy distinta.

La guerra de los palestinos contra Israel a mediados de la década del ochenta llegó a todos los niveles: ya no solo perfeccionando los medios de propaganda y agresión mediática, sino también afectando los niveles más sensibles de la vida civil como es el agua.

Efi Eitam, un ministro de infraestructura israelí, señaló en 1987 que los palestinos también habían librado “la intifada del agua” bajo un tipo también de terrorismo: perforaciones ilegales de pozos o saboteando las tuberías que conectan a Israel con las ciudades palestinas. Pero la situación especialmente grave con los intentos de desviar el río Wazani que fluye una parte importante de agua hacia el Mar de Galilea. Por la ubicación geográfica y estratégica de Israel en un desierto, desviar un río y desabastecer de agua genera un daño que puede ser letal.

            La escasez del recurso hídrico en Oriente Medio lleva a que tengan que proponerse alternativas y medios para enfrentar una realidad que puede derivar en situaciones críticas. En los Acuerdos de Oslo II, en 1995, el tema del agua se trató con la creación de un comité conjunto. Poco tiempo después de la firma de estos acuerdos, hubo un caso muy resonante en Salfit, cerca de Ariel, una ciudad poblada entonces por alrededor 10.000 personas y que recibieron, a través de la Autoridad Palestina, una donación alemana para el tratamiento de aguas residuales.

            A pesar de las donaciones, algo muy recurrente en los territorios bajo control palestino, los pozos se desbordaron meses después y esas mismas aguas residuales llegando a contaminar parte de los manantiales del Área C que según los acuerdos es área israelí.

            El primero de los mitos es que los palestinos no tienen independencia en el manejo del recurso hídrico y eso no es así: los palestinos, a través de sus autoridades competentes, pueden operar bajo aprobación de la Knesset (parlamento israelí) sin ningún tipo de poder adicional en Áreas A y B.

            Entre 2000 y 2009 el parlamento aprobó 73 de las 76 solicitudes que los palestinos presentaron, pero con una particularidad que es bastante llamativa: era el año 2009 cuando todavía no se había realizado ningún proyecto de los aprobados en el año 2001. Es decir, 8 años de demora. Tampoco se habían implementado otros 50 proyectos en las áreas A y B respecto al tratamiento de las aguas residuales, depósitos y redes de distribución entre las ciudades. Esto es, a priori, algo bastante curioso: aún con la aprobación del parlamento, siguen siendo proyectos no ejecutados.

            Tampoco existe una distorsión ni imposición sobre el precio en la venta de agua a los palestinos. Esto también está fijado en los Acuerdos de Oslo de 1995 y para ese año se había fijado un monto determinado por cada metro cúbico. Con los años, el monto se actualiza conforme los costos.

            Si vamos hacia la Franja de Gaza, territorio bajo único control de Hamas después de expulsar a la Autoridad Palestina y Fatah y la unilateral retirada israelí, también hay algunos mitos que derribar. Se suele decir, erróneamente, que el bloqueo en Gaza ha llevado la situación del agua a un punto crítico y ha convertido al territorio en una cárcel a cielo abierto. Nuevamente los Acuerdos de Oslo dan la respuesta al tema. Vamos a ver un poquito de la historia.

            Cuando Israel firmó los acuerdos le transfirió a la Autoridad Palestina la responsabilidad en Gaza (descontando las comunidades israelíes y las bases militares que se retiraron en 2005). Israel, por su lado, se comprometía al suministro de 5 millones de metros cúbicos al año.

            En los primeros años del gobierno de Hamas en Gaza, las autoridades israelíes estiman en 3000 los nuevos pozos de agua perforados de forma ilegal y solo 1.400 respetando una planificación hidrológica mínima. Hay un dato que alerta y demuestra la mala gestión de Hamas. Se estima que la recarga natural es de 80 millones de metros cúbicos y la producción está consumiendo entre unos 160 y 170 millones al año. Esto está agravado por supuesto a la falta de infraestructura que, como viene sucediendo en los ochenta, sigue sin aparecer.

            Aún en momentos donde Hamas lanza los cohetes y ataca Israel, las autoridades israelíes no han frenado la colaboración para la recomposición y nuevas líneas de agua. El costo en varios millones de shekels, al igual que el precio del agua, lo carga por supuesto la población israelí. Aunque por la superficie sea Qatar quien envía incesante cantidad de fondos a Gaza, algo que muchos perciben más como un soborno a Hamas para que esté tranquilo y no en ayuda a los palestinos, la colaboración subterránea con Israel se ha mantenido en todo momento.

            Entre la Autoridad del Agua y Mekorot cumplieron en 2019 con el proyecto de ampliar la red y mejorar el traspaso de agua hacia el territorio. Como cada vez que Israel entra en Gaza, los trabajos humanitarios también deben llevarse bajo estrictos protocolos de seguridad. Aunque el monto fuera ampliado hasta los 10 luego de los acuerdos, Israel envía cada año 11 millones de metros cúbicos de agua dulce para la población de Gaza sosteniendo una premisa: su población, en mayoría, no quieren una guerra a la que los arrastra Hamas.

            La mayoría de las aguas residuales en Gaza van hacia el Mar Mediterráneo, algo que genera un costo ambiental que muy pocos (o nadie) menciona, fluyen en las calles (por los desbordes de los pozos) o a través de Nahal Hanoun al norte contaminando el agua subterránea. De esta forma, una de las plantas desalinizadoras más importantes de Israel, la de Ashkelon ubicada al norte de Gaza y responsable de tratar el 20% del agua consumida en Israel, ha tenido que cerrar varias veces producto de la detección de contaminación bacteriana.

            También suele repetirse, de forma muy inexacta, que Israel transfiere agua a los colonos israelíes quitando el aprovisionamiento a los palestinos. Además que ya vimos el compromiso y entrega de Israel conforme lo firmado en distintas ocasiones, vamos a ver algunos datos centrales: 

Los acuerdos les permiten la perforación de pozos aunque los continúen haciendo de forma irregular algo que no se dimensiona por el impacto que tendría a nivel humano para los propios palestinos y para Israel. Es decir, esos pozos están bajo estricto control palestino. En 2015 los poco más de 11 millones de metros cúbicos que Israel envió a los territorios se repartieron mayoritariamente a poblaciones palestinas y no israelíes: de esos, 64 millones llegaron a hogares árabes llegando incluso a proveerlos dentro de la Línea Verde.

            La Autoridad Palestina del agua, por su parte, es la responsable de suministrar el agua a los residentes mientras que el suministro a las comunidades israelíes depende nada más de las autoridades de Israel, llegando estos últimos a duplicar la cantidad entregada a los primeros. Esto tiene que ver porque uno de los elementos que condiciona la provisión de agua a las familias árabes es porque hay una diferencia muy grande en el control y combate contra el robo de agua. Por el robo dentro de esos territorios, la Autoridad pierde 33% del agua al año.

            Sobre este tema, tanto palestinos como israelíes venían trabajando en conjunto hasta el estallido de la segunda intifada al comienzo de los 2000 cuando, después de rechazar otra vez la paz, Arafat llamó nuevamente a la violencia desencadenada.  

            

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