Los abusos en la legislación contra las Fake News y los discursos de odio
Casos donde la lucha contra las Fake News y los discursos de odio se transformaron en la cultura de cancelación política
La
manipulación de la información es tan vieja como la verdad y las redes sociales,
además de amplificar la posverdad, se conforman como posibles nubes tóxicas
donde se puede falsificar un hecho y replicarlo hasta el infinito. Sin embargo,
no hay razón para creer que la regulación se transforme en censura y que la
excusa del control de las noticias falsas se convierta en una maquinaria liberticida
para acallar los disensos de la población civil a políticas o gobiernos.
Como
se ha dicho, la desinformación no es un fenómeno nuevo, sino que se ha
catapultado gracias a las redes sociales y las amplificaciones del mensaje. No
obstante, la propia definición de cuándo es falsa una noticia está fuertemente
ligada a una mirada subjetiva y, sin instituciones fuertes de por medio, es un
buen concepto para enmascarar las políticas de censura. Si se tuviera que
definir qué es una noticia falsa, la Red de Periodismo Ético (EJN por sus siglas
en inglés) las entiende como toda aquella información fabricada y publicada
deliberadamente para engañar e inducir a terceros a creer falsedades o poner en
duda los hechos verificables.
Hasta
el momento, se ha verificado el año 1835 cuando el periódico estadounidense The
Sun publicó la primera noticia falsa: habían afirmado que había vida en la
luna. Sin redes sociales de por medio, su difusión se vio favorecida entre una
sociedad neoyorquina convulsionada por la llegada de los trenes y barcos de
vapor que revolucionaban los medios de transporte. Más de 400 años atrás, en
Europa, la invención de la imprenta permitió reducir los costos de impresión y desplazó
el monopolio de la información y las ideas lo que implicó una fuerte persecución
hacia las ideas subversivas del orden: acusaciones de herejía, procedimientos
sumarios y miles de personas quemadas en la hoguera.
El
paralelismo con el presente, el de la evolución digital, es considerable. Las
redes sociales, al igual que la imprenta de Gutenberg a mediados de 1400,
permiten ampliar el mensaje y lograr en tiempos relativamente cortos mayores
audiencias. Especialmente los teléfonos móviles e inteligentes han permitido al
usuario acceder a información en tiempo real, verificable y propensa a ser difundida.
Al igual que en la Edad Media, muchos gobiernos del presente encuentran su
relato acechado por la información y han construido, en consonancia con la
naturaleza de sus regímenes políticos, políticas contrarias a las sociedades
informatizadas: fundamentalmente los regímenes autoritarios han convertido a la
censura como el escudo de sus relatos y sistemas fuertemente opresores.
La maquinaria liberticida: los abusos en la lucha contra las noticias falsas
La
información o noticias manipuladas no pueden permitir la censura, sino que
deben motivar a la jerarquización informativa de la sociedad para verificar
contrastando los hechos y, apelando a la educación del individuo, identificar y
descartar aquellas falsificaciones. Hoy, existe evidencia de legislaciones que
se constituyen bajo la retórica de la lucha contra los discursos de odio y
las falsas noticias no ciertamente desprovistos de espirales paranoicas
de gobiernos que perciben en las redes sociales amenazas directas a la supervivencia
de sus regímenes.
Redacciones
ambiguas en las legislaciones y formuladas bajo escenarios de persecución y
paranoias políticas pueden borrar la línea entre regulación y censura.
En
Turquía, bajo las denuncias de persecución y censura hacia el gobierno presidido
por Recep Tayyip Erdogan, en 2021 buscaron implementar cambios en la
legislación que contemplen condenas de prisión entre tres y cinco años, la
creación de un organismo estatal denominado como “presidencia de los medios
sociales” que tendrá como misión la lucha contra, según palabras del presidente,
el terrorismo de la mentira. Un dato llamativo de Turquía es que la nueva
legislación iba dirigida solo al control de las redes sociales dado que el
control de los medios de comunicación es casi total: estudios de Freedom of
Expression Association, localizado en Estambul, señalan la clausura de más de
50 mil sitios web y 32 mil acciones penales contra usuarios titulares de
cuentas en redes sociales.
La
República Popular China es otro laboratorio de la tentación de censura. El
gobierno del PPCh tiene varias oficinas de verificación de internet para
detectar y suprimir la información no verificada y dañina para los intereses de
China, pero fundamentalmente para los intereses del gobierno de Xi Jinping. Es el
propio gobierno el que determina qué noticia es falsa y cuál no y cuáles de ellas
pueden poner en riesgo la seguridad de China. El control de la información en
China no es nuevo: ya desde el año 2000 las autoridades chinas comenzaron a
regir un protocolo de Autodisciplina para la Industria del Internet que luego
serían, con mayor virulencia, recuperados por el actual gobierno para ampliar
los cargos de difamación contra aquellos usuarios que difundieran mentiras que
fueran vistas por más de 5.000 personas y replicadas 500 veces.
La
estrategia de aislamiento del ciberespacio le ha permitido a China un control
sofisticado y casi inédito de lo que se dice: además de la creación de la
Policía Cibernética, el país cuenta con su propia burbuja informativa de
mensajería llamada WeChat, el Whatsapp chino, donde el control se vuelve contra
activistas opositores al régimen.
El
último de los casos más difundidos sobre el puño de hierro chino en la
información ha sido la condena de Zhang Zhan, una periodista independiente, a
cuatro años de prisión tras la difusión de los brotes de neumonía atípica en la
región de Wuhan.
En
marzo de 2022, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, firmó la nueva ley
contra las noticias falsas, en general, pero fundamentalmente sobre las que
deslegitiman las acciones de Rusia en el extranjero: la invasión rusa en Ucrania.
En los medios de comunicación rusos y en las redes sociales no se puede hablar
de guerra o invasión sino de operación militar especial. Controles a la
información también están presentes en la República Islámica de Irán desde
2009, en Arabia Saudita con la proliferación de cuentas de redes sociales apócrifas
para manipular la información pública tendiente a los intereses de la Casa Real
gobernante en el país y en el continente africano donde se da la particularidad
de que en cinco años se ha duplicado la creación de cuentas en redes sociales.
¿Puede
un gobierno hacer uso de las noticias falsas? También hay un caso de ello. En
el año 2018 una serie de protestas se iniciaron en Sudán contra el gobierno. La
estrategia del gobierno, no desprovista de financiamiento externo, involucró la
difusión de noticias falsas en redes sociales culpando al Estado de Israel y
Estados Unidos del descontento y simular diálogo con grupos rebeldes solo para
ganar tiempo. Finalmente, en 2019, el presidente Omar Al-Bashir fue derrocado.
América
Latina no es la excepción. A diferencia de Europa, la idea de discursos de
odio está siendo mayormente difundida que el concepto de noticias falsas.
Un discurso de odio, que además es un concepto cargado altamente de
sentimentalismo, no puede ser definido de forma objetiva y mucho menos ser
objeto para legislar y, muchísimo menos, condenar a prisión a quienes
supuestamente los emitan. En el año 2017 en Venezuela se firmó la nueva Ley Constitucional
Contra el Odio, por la Convivencia Pacífica y la Tolerancia: un título con tres
conceptos, odio, pacífico y tolerancia, fuertemente subjetivos y que pueden ser
manipulados. Esta ley, promovida después de las protestas contra el gobierno de
Nicolás Maduro, es otro intento de barniz legal a los 244 presos políticos que
existen en el país y son denunciados por la organización Foro Penal.
El
Reglamento sobre el Modelo de Actuación Nacional para la Respuesta de
Incidentes de Ciberseguridad, o Resolución 105/2021, se firmaron tras el
incremento de las protestas contra el régimen cubano que ocupa el poder desde
1969. La resolución considera a las informaciones falsas como un alto peligro
para la seguridad, las califica como “ciberterrorismo” pero no define qué es
una noticia falsa dejando la interpretación de su posible falsedad a los
funcionarios de gobierno. En junio de 2017, el entonces presidente de Ecuador,
Rafael Correa, presentó también su propia propuesta para regular los Actos de
Odio y Discriminación en Redes Sociales e Internet dejando un apartado para la
persecución de las noticias falsas. Existen otros casos en Chile, El Salvador y
Guatemala.
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