Nacidos para morir: los niños palestinos y sus misiones suicidas
Es un absurdo creer que Israel asesina niños palestinos. El mundo debe actuar contra el terrorismo que usa a esos niños en zonas de guerra o en el ataque contra los civiles en Israel.
Los
palestinos deben rendir cuentas de por qué mientras distintos gobiernos de
países y organismos internacionales envían millones de dólares en concepto de
ayuda humanitaria, la radicalización terrorista en menores de edad aumenta de
forma considerable y se convierte en el primer insumo del terrorismo palestino
en su guerra contra Israel.
Un
adolescente palestino fue neutralizado el miércoles en la estación de tranvía
Shivtei de Jerusalén tras atacar con un cuchillo a un civil israelí. El
atacante de tan solo 14 años era originario de Beit Hanina, el sector
mayoritariamente árabe de Jerusalén Este y murió instantáneamente. Israel en
tan sólo 24 horas sufrió cuatro ataques terroristas consecutivos que fueron
dirigidos hacia su población civil.
Aunque
existen también los escépticos, el terrorismo palestino es una de las aristas
inconclusas en el conflicto palestino-israelí que más se ha agravado en los
últimos tiempos y aquí es muy poca la culpa que se pueda cargar sobre el estado
de Israel. Desde 1995, la educación (como también su desviación hacia el
adoctrinamiento) es exclusiva responsabilidad, en primera instancia, de la
Autoridad Palestina en los territorios de Judea y Samaria o de la agrupación
terrorista Hamas en la Franja de Gaza.
También
hay que cargar su importante cuota de responsabilidad sobre un organismo casi
de prerrogativa como es la UNRWA, la agencia de la ONU para refugiados
palestinos, que delante de sus ojos ha visto cómo en las escuelas que han
levantado en los territorios se ha distribuido material alentando el
antisemitismo y la judeofobia. Durante tanto tiempo se ha confundido a la
víctima con el victimario que hoy ya es muy difícil volver atrás.
El
uso de los niños por parte del terrorismo no es nuevo y hay ejemplos a lo largo
de la historia que los ubican como casos de radicalización en menores de edad e
insumos necesarios en una guerra que los palestinos quieren y probablemente
necesiten enquistar en el tiempo. El ecosistema político del Oriente Medio
ya les es a los palestinos totalmente adverso desde que los países del Golfo y
otros de mayoría musulmana fuera de la región han empezado a olvidar a la causa
palestina como la piedra en el zapato de sus políticas exteriores. Es por
esto por lo que el terrorismo, que no es más que la planificación de la
violencia contra la población civil para causar terror, es la cara de la
frustración e impotencia palestino de no poder haber evitado que Israel
renaciera en 1948 y se haya consolidado como uno de los países más importantes
del mundo frente a la adversidad.
El
uso de los niños en el terrorismo palestino
Casos como el del
adolescente abatido en Jerusalén también se han replicado en los últimos veinte
años y se catalogan como los adolescentes que actúan para una misión suicida. Un
tercio de los atacantes de la intifada de los cuchillos en 2016 eran
adolescentes provenientes de Judea y Samaria, territorio bajo control de la
Autoridad Palestina y Al Fatah desde los Acuerdos de Oslo entre 1993 y 1995. Si
los niños nacen, se crían y se educan en el odio no es culpa de Israel, sino de
los líderes palestinos y de la indulgencia de los organismos internacionales.
Un bebé de tan solo unos meses fue
envuelto en un cinturón explosivo y le fue colocada una insignia de Hamas en
Hebron, dando a conocer al mundo en el 2002 una imagen inédita que resumía a
los niños bomba: en los territorios bajo control palestino prolifera un odio
visceral que se hereda y se transmite como si fuera una enfermedad hereditaria.
El odio a Israel acompaña al parto a las mujeres palestinas que, acorde al
mundo islámico, parecieran estar sólo dispuestas a dar a luz para aportar
soldados a la guerra santa.
Con tan sólo 13 años, otra adolescente
palestina llamada Ruqaya Abu Eid fue abatida en 2016 tras intentar asesinar con
un cuchillo a un guardia de un puesto de control israelí. Pocos días atrás
ocurrió algo similar con Morad Bader Adais, de tan sólo 15 años, asesinó a una
mujer frente a la presencia de sus hijos y un joven palestino hirió con
gravedad a una embarazada israelí en Tekoa.
En
octubre también de 2016 dos primos, Ahmed Manasra de 13 años y Hassan de 15,
apuñalaron a dos adolescentes israelíes en Pisgat Zeev lo que terminó valiendo
la detención de Manasra y el abatimiendo de Hassan.
Las
misiones suicidas son cometidas también por niños que reciben el nombre en
árabe de Ashbal Al Quds (los niños de Jerusalén) haciendo así realidad una
fatal premonición e idea de Yassir Arafat, uno de los exponentes del terrorismo
internacional, quien había dicho en los años noventa que su legado estaba en
que los niños palestinos levantaran la bandera palestina en Jerusalén, la
capital de Israel. En ellos continúa incidiendo una pornografía terrorista
amplificada en redes sociales y que acusa a los judíos de ser responsables de
todos los males.
“No
hay control en los millones de dólares que los palestinos reciben”
A pesar de los millones
de euros que las autoridades palestinas han recibido durante años por medio del
programa PEGASE (donde participan los estados miembros de la Unión Europea y la
Comisión Europea), la incitación al odio contra Israel en el sistema educativo
palestino continúa generando la base ideológica para que se repliquen los
atentados en el territorio israelí.
La
mayoría de esas escuelas siguen los programas de la Autoridad Palestina y su
brazo armado, Al Fatah, donde la narrativa de la Nakba y la negación de la
existencia de Israel son elementos indispensables. Allí se niegan los Acuerdos
de Oslo, los procesos de paz con otros estados como Egipto y Jordania y la
normalización con los países de mayoría musulmana. Las escuelas palestinas
son la alegoría de la caverna de Platón donde las sombras que se proyectan al
interior son el antisemitismo, la judeofobia y la negación a la existencia de
Israel.
Nadie en ningún
organismo internacional ni en ningún país miembro de la Unión Europea que
aporta al programa PEGASE de ayuda humanitaria a los palestinos puede afirmar
que esos millones de euros que han ingresado a las arcas palestinas no son
quienes hoy financian la maquinaria terrorista que golpea ya de forma
repetitiva en cada Shabbat.
Confundir
a la víctima con el victimario durante tanto tiempo ha creado un monstruo que
será muy difícil de extirpar. Europa continúa financiando a un monstruo que
también irá por los europeos.
Comentarios
Publicar un comentario