"Vacunas, Grupo de Lima y Mercosur: el país que no encaja en ningún lado" nota para Visión Liberal

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Malos, sucios y feos

No es una reedición de la película de Ettore Scola de 1976 protagonizada por Nino Manfredi, pero sí es una situación que se apareja a la destartalada y miserable vida de un grupo de personas atadas a las decisiones del burócrata de turno.

Que el socialismo y sus satélites se alzaran nuevamente con el poder en la Argentina en el 2019, pone nuevamente sobre la mesa no solo las limitantes impuestas que el socialismo tiene a la hora de gestionar –fundamentalmente en momentos de crisis- sino también la imposibilidad de poder concretar una política exterior convincente que ponga a las relaciones internacionales al servicio del crecimiento, la cooperación internacional en la defensa de la democracia y el desarrollo económico de los países.


El hecho de generar mecanismos confusos para lograr réditos de corto plazo o meros intereses particulares, es lo que de forma intrínseca el proyecto socialista carga y lo que finalmente dota sus proyectos políticos de la inviabilidad suficiente para llevarlos al fracaso en poco tiempo.

Es interesante el debate sobre la falsa sensación de gobernabilidad que el socialismo crea y la demostrada imposibilidad de gestionar de forma correcta la cosa pública.

Por otro lado, una política exterior se torna inviable desde el momento en que los objetivos quedan sometidos a los caprichos ideológicos de quienes la conducen o bien cuando se aleja de los intereses nacionales y regionales para pasar a representar los intereses particulares o los de un sector.

La política exterior del cuarto kirchnerismo comenzado en diciembre del 2019 funciona con la misma dinámica que la política exterior de cualquier déspota del absolutismo antes de la declaración de los intereses nacionales: los períodos de paz y guerra estaban supeditados a los temperamentos del monarca. A contramano del mundo y de lo que la teoría enseña, la Argentina eligió la confrontación en momentos donde debía apostar por la cooperación y el acercamiento.

La política exterior que hoy la Argentina desarrolla lejos está de poner las relaciones internacionales al servicio del desarrollo económico, de la consolidación de la cultura democrática en la región y del acercamiento con los países para aprovechar del beneficio mutuo. Aun siendo miembro del MERCOSUR y teniendo la posibilidad de impulsar agendas de acercamiento con el resto de los países miembro, la Argentina no pudo lograr una inserción que le permita un mejor andar en la crisis y se posicionó cómodamente en los últimos lugares de cualquier ranking.

Lo perjudicial que resulta una política exterior errática

Aún en momentos de crisis, el gobierno argentino optó por la incomprensible confrontación con sus vecinos de la región –u otros países mucho más lejanos- para complejizar aún más sus groseros errores de gestión sanitaria y económica. De haber posicionado los intereses nacionales y regionales con sus pares como Brasil, Uruguay o Paraguay, seguramente la fuerza de bloque hubiera podido negociar de igual a igual con países de la Unión Europea –o con el bloque de la Unión Europea-, los Estados Unidos, Rusia o China para la provisión de test PCR durante el 2020 o bien para la provisión de las vacunas este año. Uno de los aspectos más interesantes y novedosos que la integración regional presenta, es la posibilidad de agrupar distintas voluntades para luchar
por intereses más grandes ante actores mucho más grandes.

Sin embargo, lo que vuelve a la Argentina un serio factor de perturbación en la región –principalmente en materia de integración regional- es la tendencia hacia la incoherencia constante que el país demuestra hacia el exterior: El acuerdo con la Unión Europea fuertemente denostado por el oficialismo actual cuando cumplía su rol de oposición es un ejemplo claro.

Por fuera de las discrepancias en las firmas del acuerdo, ¿cómo puede la Argentina ostentar coherencia y confiabilidad hacia el resto si no puede alcanzar entendimientos mínimos hacia dentro de su política interna? O dicho de otra forma ¿Qué visión podemos dar hacia el interior y exterior del bloque si ante un cambio de gobierno se promueven políticas exteriores opuestas?

La falta de acercamiento a los países de la región deriva en la consecuente pregunta: ¿Por qué todo el mundo consigue lo que la Argentina no? Solamente en el 2020, Argentina tuvo altercados diplomáticos con Chile, con Ecuador, Brasil, Paraguay, Suecia, España y otros países de la Unión Europea. Casi tan absurdo como si los tripulantes del Titanic hubieran optado por discutir con los pasajeros en vez de intentar desamarrar los botes salvavidas.

Esta incapacidad de apertura de diálogo hacia el bloque y de gestionar la pandemia, dejó resultados manifiestos: según Our World in Data por estas horas la Argentina solo ha podido vacunar al 6% de su población con una sola dosis -2.694.454 personas en total- y solo un 1,41% con inmunización completa –solamente unas 634.479 personas en total-. Por el otro lado Chile en términos porcentuales ha podido inmunizar con ambas dosis al 16,38% de su población; Brasil al 1,8% -con más de 3 millones de vacunados-; y Uruguay se encontraba el 22 de marzo cerca del 10% de su población con la primera dosis ya aplicada.

Y aquí nuevamente se manifiesta la inviabilidad del socialismo en cualquiera de sus formas y la necesidad de proyectar una política exterior consistente: La política de confrontación y aislamiento se tradujo en faltante de test PCR en el 2020 para sectorizar el virus y mejorar la estrategia sanitaria y produce ahora la falta de vacunas por lo cual la reactivación económica no llega a ser ni siquiera un sueño húmedo del gobierno.


Venezuela: El silencio que ya aturde

La cuestión de Venezuela ya pasó a ser un aturdidor silencio en la gestión de Alberto Fernández que desde los primeros días de su gobierno apuntó contra la legitimidad de la representante de la Asamblea Nacional en Argentina, no acompañó las votaciones en la OEA y decidió recientemente salir del Grupo de Lima (GL) por considerar que no se había avanzado nada en la recuperación democrática.

Es paradójica la fundamentación del gobierno porque allí reside una vez la contradicción que la coalición de gobierno tiene: el gobierno debió finalmente reconocer que en Venezuela hay una dictadura y que Argentina no está dispuesta a colaborar con la restauración democrática. El gran problema que encierra la cuestión de Venezuela ahora para la Argentina es que dispara nuevamente un escenario de incertidumbre perjudicial para los intereses nacionales: ¿Cómo podrá ahora reconstruir la confianza hacia dentro del MERCOSUR cuando Brasil y Paraguay ocupan todavía el Grupo de Lima? ¿Cómo podrá renegociar la deuda y pedir fondos al FMI creyendo que estas decisiones no tienen consecuencias directas? Por otro lado, la salida del Grupo de Lima implica un alejamiento a la promoción de la cultura democrática y un alejamiento de los principales socios regionales como Chile, Colombia, Perú o los Estados Unidos y la Unión Europea.

Por fuera de la reprochable salida de la Argentina del Grupo de Lima que en definitiva apostaba a la multilateralidad para abordar el conflicto en Venezuela, la Argentina nuevamente volvió a no comprender para qué sirven realmente las relaciones internacionales y la apertura al mundo. No es incierto el final de un proyecto político que ha naufragado en su política interna y por supuesto en su política exterior. La destrucción constante del institucionalismo y la falta de acuerdos mínimos han proyectado una política exterior de iguales características que se aleja de los intereses reales de la nación: Aún en momentos de crisis, el proyecto populista incentivó al conflicto entre sus vecinos de la región –principalmente con los del MERCOSUR- llegando incluso a

confrontar con Suecia.

Ese Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio del sistema internacional le costó a la Argentina no poder obtener mayor cantidad de test en el 2020 y no tener opciones de mayor cantidad de vacunas en el 2021. La conclusión es que además de la inviabilidad de los proyectos socialistas es que una mala política exterior no solo no produce beneficios sino que produce perjuicios por separarse de los intereses nacionales.

Por último, la salida del Grupo de Lima es una nueva confirmación del desinterés del gobierno argentino por apostar al multilateralismo del Grupo para resolver la cuestión venezolana. Sin dudas esto repercutirá perjudicialmente para un país como el nuestro que depende fuertemente del financiamiento externo y en donde el resto del mundo promueve el fortalecimiento de la democracia aislando a los perturbadores regionales.

A fin de cuentas, el final está escrito para u proyecto político, social, cultural y económico en donde las claves siguen siendo los caprichos revolucionarios de un monarca y no entendibles en un mundo integrado, interdependiente y que hoy atraviesa una fuerte crisis que generará ondas expansivas.

Solo resta saber cuál será el próximo mínimo histórico al que la Argentina llegará, al ritmo de una democracia bastardeada y una economía ya sin fuerzas para seguir barajando el mismo dilema.

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